No es cierto que los aguablanquinos y pradinos hayamos sido incluidos en el “Corredor Vial 10”, gracias a los buenos oficios del señor Mesías Guevara Amasifuen. Tampoco que le hayamos “ganado la guerra” a la corrupción en Cajamarca y el Perú. También que algunos subprefectos provinciales y distritales velen por el desarrollo de sus pueblos y estén en funciones por ser ejemplos de rectitud y moralidad. Menos que las autoridades del Ministerio de Transportes y Comunicaciones y PROVIAS estén realizando trabajos de infraestructura vial en orden a las necesidades de los pueblos y que, en ese marco, hayan llegado hace unos días a los distritos de San Miguel por voluntad propia.
En esa perspectiva, es inaceptable que las autoridades del Gobierno Regional de Cajamarca, hayan dado un uso político -a su favor- a una lucha de dos pueblos dignos que, para ser incluidos en una vía que les corresponde por naturaleza, tuvieron que levantarse en lucha social por doce meses a fin de lograr su objetivo; justo en un momento en el que es deber de peruanos y peruanas, sobre todo de los “gobernantes”, dar respaldo a todo proceso moralizador y de inclusión en el país de cara a iniciar el bicentenario con mejor pie.
Abandonando todo tipo de escrúpulos y exigencias éticas, que impone ser autoridad, no han dejado de confundir y siguen mintiendo a cajamarquinos y cajamarquinas al mostrarse como benefactores y ninguneando a una lucha ejemplificadora que fue y seguirá -porque no ha terminado- siendo eminentemente social. Aprovechando y abusando de los espacios que las instituciones del Estado ofrecen, gracias a nuestros impuestos, han intentado minimizar hasta invisibilizar lo que pueblos como Unión Agua Blanca y El Prado necesitan y les conviene; usando a sus operadores que- en nombre de la libertad de prensa- publican cualquier cosa a cambio de unos cuantos cobres. Como a las autoridades de San Miguel, sólo les interesan las millonarias inversiones en “mantenimiento de caminos vecinales”.
Saben que en unos meses les tocará responder ante los electores en las urnas y que, como han hecho casi todo mal, serán castigados. Esa situación los tiene nerviosos y en lugar de componer las relaciones con los pueblos, a los que ojalá dejen de maltratar, las siguen profundizando. Han perdido la brújula y pueden terminar como Gregorio Santos y eso los tiene convulsionando.
Sentar bases para sociedades y gobiernos con ética pública y libres de corrupción, es un proceso sociocultural de mediano y largo plazo, que sólo lograremos con educación de casa y con calidad en valores. En ese sentido, debemos abandonar sentimientos oportunistas y promover -respaldando desde todo tiempo y lugar- acciones que nos ayuden a comprender e interiorizar en nuestras vidas que, mientras más corrupción haya en nuestros municipios gobiernos regionales y gobierno central, serán menos los servicios y derechos que tendremos como pueblos.
Debemos comprender que mientras haya corrupción tendremos, para una población que día a día crece, las mismas o menos escuelas, colegios, hospitales, unidades judiciales y fiscales, comisarías, carreteras asfaltadas, casas con electricidad, telefonía y, entre otros tantos beneficios que puede generar una gestión transparente y gobierno honesto, programas sociales productivos y sostenibles como el turismo y otros.
La reconstrucción moral del país ya no es una opción, en este tiempo, es un imperativo. En esa ruta debemos caminar, rescatando a la política de las garras de las organizaciones delictivas que la tienen secuestrada y que no se quieren ir.
Queda claro que, los caciques de la política y eternos candidatos en todos lados, jamás enarbolarán valores y principios que hacen a una coexistencia social en democracia, la vida, la diversidad, la naturaleza y cualquier derecho humano; lo que nos motiva a invitarlos -una vez más- a dar un paso al costado a fin de que no hagan más daño.
No permitas que la mentira y el miedo, dos de las principales armas de la corrupción, te roben tu futuro y el de tus descendientes.